Si yo fuera Conde Pumpido...

Si yo estuviera ahora mismo en la piel del Fiscal General del Estado, D. Cándido Conde Pumpido, creo que me sentiría muy mal, siendo que en mi caso particular no podría evitar hacerme las siguientes reflexiones:

“Acabo de quedar como uno de los mayores imbéciles de la historia de España. Un simple y cobarde delincuente me ha engañado: fingiendo una huelga de hambre que no ha realizado, ha conseguido de mí que curse las instrucciones oportunas para que se estudie la reducción de sus penas de 96 años a sólo seis, con la posibilidad de ponerle en la calle en apenas dos.”

“Creo que ya empiezo a estar cansado de hacerle los recados sucios al lunático: a fin de cuentas, el ridículo lo hago yo, y las carcajadas de los españoles me atronan los oídos, y esto en el caso de aquellos que aún están dispuestos a reir, que cada vez son menos; percibo por otra parte esa mayoría que reprime a duras penas su deseo de lincharme directamente. En realidad, no creo que ningúna prebenda pueda compensarme estos papelones, por lo que estoy sopesando muy seriamente la posibilidad de dimitir de mi cargo y dejar a otro que le siga haciendo este miserable trabajo al Mesías de la Moncloa”
“Pero debo admitirlo, me falta el coraje y la fibra moral suficiente como para liar el petate y marcharme a mi casa. Soy consciente, porque no soy tonto, contra lo que pudieran pensar algunos, de que estoy fuera de la ley y de que estoy violando sistemáticamente las funciones de mi cargo y las promesas que realicé al acceder al mismo; soy consciente igualmente que estoy favoreciendo una política delictiva de colaboración con banda armada y que estoy contribuyendo con éxito notable al mantenimiento en el poder del Gobierno más indigno de toda la historia de España. Soy consciente de que actúo favoreciendo a los asesinos y ocasionando el terrible dolor a sus víctimas de ver como el crimen resulta impune y por ende, termina consiguiendo sus objetivos.”

“Pero que un simple y miserable cobarde, incapaz ni de lejos de llegar hasta el final como esos otros criminales tan admirados suyos del IRA, que como Bobby Sands sí fueron capaces de llegar hasta la muerte de hambre en reclamación de lo que consideraban sus derechos, me haya engañado de esta forma y me haya obligado a estudiar ponerle de patitas en la calle es demasiado.”

“Conozco casos en otros países, especialmente anglosajones, en los que una situación similar ha impulsado a los afectados incluso al suicidio. Como es lógico, yo no voy a llegar a esos extremos. Si todavía quedara en mi un mínimo de honradez, si de alguna forma pudiera seguir considerándome una persona que intenta guiar sus acciones por la ética y la justicia, presentaría mi dimisión irrevocable y daría a conocer a los medios de comunicación en general el monumental engaño, la inmensa, inmoral e ilegal estafa que está cometiendo este Gobierno, la locura megalómana e iluminada de algunos de sus dirigentes, la criminal actuación de algunos otros, para que toda la sociedad española tuviera conocimiento general de ello.”

“Pero ya es tarde para mí: vendí mi alma al diablo a cambio del poder, y ya no hay vuelta atrás; el precio que he tenido que paga es elevado, sin duda: quedar como el mayor estúpido de la historia judicial de España al haber sido engañado por un delincuente cobarde que podría ser calificado de simple y miserable raterillo común si no tuviera veinticinco asesinatos a sus espaldas. Pero tengo que ponerle en la calle para que mi jefe, el mesías, pueda volver a ganar las elecciones generales. Mi consuelo es que sigue habiendo una mayoría en este país que continúa tragándoselo todo. En fin, no todo es tan malo, después de todo.”